Dadme un punto de apoyo
Os alimenta el aire sangriento de un juzgado,
de un presidio siniestro de abogados y jueces.
Y concedéis, los pedos por audiencia de un lado,
mientras del otro lado jodéis, meáis a veces.
Retretes de elegancia, cagan correctamente:
hijos de puta ansiosos de politiquerías,
publicidad y bombo, se corrigen la frente
y preparan el gesto de las fotografías.
Temblad, hijos de puta, por vuestra puta suerte,
que unos soldados de alma patética deciden:
ellos son los que tratan la verdadera muerte,
ellos la verdadera, la ruda vida piden.
Putonas de importancia, miden bien la sonrisa
con la categoría que quien las trata encierra: políticas jetudas, desgastan la camisa jodiendo mientras hablan del drama de la guerra.
Venís de
Os mata una verdad en el caduco nido:
la que impone la vida del siempre adolescente.
Sois mis enemiguitos: los del mundo que siento rodar sobre mi pecho más claro cada día.
Y con un soplo sólo de mi caliente aliento,
con este sólo soplo dicté vuestra agonía.
Hemos de destrozaros en vuestras legaciones,
en vuestros escenarios, en vuestras diplomacias.
Con ametralladoras cálidas y canciones
os ametrallaremos, prehistóricas desgracias.
Porque, sabed: llevamos mucha verdad metida dentro del corazón, sangrando por la boca y os vencerá la férrea juventud de la vida,
pues para tanta fuerza tanta maldad es poca.
de Miguel Hernández